La noche fue hecha para dormir. Para que una persona nunca asista a lo que sucede en la oscuridad. Porque con los ojos cegados por las tinieblas, sentada y quieta, aquella señora más bien parecía estar espiando cómo funciona el cuerpo por dentro: ella misma era el estómago oscuro con sus nauseas, los pulmones como un tranquilo fuelle, el calor de la lengua, el corazón que con crueldad nunca ha tenido forma de corazón, los intestinos con su laberinto delicadísimo, esas cosas que mientras se duerme no paran y de noche destacan, y ahora eran de ella. Sentada con su cuerpo, de repente tanto cuerpo.
Clarice Lispector, La manzana en la oscuridad
"Yo soy la noche" Clarice Lispector